El bien y el mal. - Girlsplained.
ESPAÑOL.
Hola chicuelos,
Bienvenidos a otra edición de Girlsplaining, donde yo -una niña- les explica cosas. No pretendo parecer una experta en estos temas, de hecho no lo soy, pero aprendo lo suficientemente rápido para poder explicar lo básico y que, con cada artículo, puedan aumentar sus chances de algún día ganar ¿Quién quiere ser millonario?
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Siempre fui una niña buena. Hacía mi tarea sin que me lo recordaran, me dormía a la hora, no decía groserías, pedía permiso, no me escapaba de casa, ni de clase, no mentía, tenía buenas notas, era la amiga que los papás de mis amigas usaban para comparar a los hijos que ellos no pudieron criar como quisieron. En fin, era buena.
Quizá era buena por tener padres psicólogos que sabían lo que hacían cuando me criaban. O quizá también, por tener padres psicólogos y vivir con el miedo constante de “¿qué va a pensar la gente si la hija de la psicóloga del colegio es mala (alumna, amiga, persona)?”
Me dijeron tantas veces lo buena que era, que aunque no fuese completamente cierto, me lo creí. Entonces crecer, tener opiniones, no estudiar lo que otros quieren ni en el lugar que quieren, hacer las cosas a mi manera, dejar a alguien, cortar una amistad, mudarse lejos, o decirle a alguien que la está cagando, inevitablemente, me convertía en una mala persona.
¿Y cómo voy a ser yo una mala persona si ser buena es lo único que sé ser?
¿Cómo puede alguien ser malo y, a la vez, ayudar a sus amigos cuando lo necesitan?
¿Cómo puede alguien ser malo y, a la vez, darle comida a las personas que están pasando hambre?
¿Cómo una persona puede ser mala si los otros la ven buena? ¿Es entonces esa persona una mentirosa? ¿Una farsante?
¿Cómo?
Hobbes me enseñó que el hombre es malo por naturaleza y por eso, si queremos vivir en sociedad nos adherimos a un contrato social para respetarnos; Rousseau, que somos naturalmente buenos, pero que la sociedad nos corrompe. Nadie me enseñó que la gente buena puede hacer cosas malas, que somos las dos cosas a la vez. Actuamos de las dos formas a la vez.
A veces con unos somos buenos; y con otros, no tanto. A veces por ser buenos con uno mismo, somos malos con alguien más. E incluso sin pensarlo, a veces creemos que estamos siendo buenos y en realidad, le hacemos daño a alguien más.
No somos buenos o malos. Somos, y listo. Como venga. Y los que nos mueva, lo hablamos en terapia.
Hace un par de días escribí ese texto en mis notas del celu. No sé necesariamente qué me inspiró a hacerlo, pero salió, y desde entonces me he estado cuestionando de dónde viene la noción de la bondad y la maldad.
Como expliqué arriba, he ido entendiendo que nadie es complemente bueno o malo, pero sí podemos pensar que hay personas que son un poco más buenas o menos malas que otras.
Con este artículo no pretendo ser filósofa, teóloga, psicóloga, ni nada que busque explicar la sociedad, pero es una recopilación de las respuestas a las preguntas que me fui haciendo. Espero que lo disfruten.
Primero, lo primero, ¿qué es el bien y el mal?
Recuerdo que en la universidad me explicaron el bien como todo lo que es virtuoso y le hace bien al ser; y el mal, en cambio, como la ausencia de bien.
Según el blog Gestiopolis, “El bien y el mal son conceptos o nociones relativos al sentido, al valor o a las consecuencias de la actuación humana, y también son entendidos como lo que afirma —el bien— o lo que niega —el mal—ciertas exigencias o valoraciones. Así entendidos ambos, el bien es lo que se ajusta a lo exigido o satisface valoraciones como la verdad, la justicia, el orden, la armonía, el equilibrio, la paz o la libertad, o todo lo que favorece el bienestar, ya sea en el ámbito individual o comunitario. El mal, por su parte, es todo lo contrario a lo anterior.”
Platón creía que el bien era la idea suprema que entrega el ser a las demás ideas (belleza, política, justicia, etc.). También plantea que el bien es la causa del conocimiento y la verdad, lo que explica que la única manera de acercarse al bien, según Platón, es aprendiendo más y dejándose iluminar por “la luz del conocimiento”. Mientras que el mal, sería lo opuesto. El quedarse en la ignorancia y en la oscuridad.
Como esas definiciones hay muchas, y parece ser que el mal solo puede entenderse en su relación con el bien y viceversa. Uno no existe sin el otro, es más, se podría decir que uno existe como respuesta al otro.
Pero, ¿por qué tenemos tanto miedo de definir el mal? ¿Acaso, nos preocupa vernos reflejados en la definición? Y ¿Qué pasaría si hoy nos encontramos a nosotros mismos como malos? ¿Sería eso tan horrible?
¿De dónde viene la concepción de “bueno” y “malo”?
Desde que el primer neandertal se quemó con el fuego, Eva mordió la manzana, y tú le escribiste un mensaje a tu ex diciéndole que lo extrañas, descubrimos la diferencia entre lo bueno y lo malo.
Solemos poner esos atributos en acciones. Matar, malo. Donar comida, bueno. Aunque podríamos estresar un poco esa separación. Qué pasa si alguien mata a otro en defensa propia, o por accidente, entonces no podríamos afirmar que la persona es mala. O si alguien dona comida a los militantes de un partido neonazi, entonces no podríamos afirmar que esa persona es buena.
Y si puede ser difícil calificar las acciones, es mucho más difícil hacerlo con personas, porque ¿cómo alguien que es racista (malo) va a amar y proteger a los animales (bueno)?
Pareciera que algunas cosas no son compatibles, pero la realidad es que no somos ni malos, ni buenos (aunque algunos dirán que hay personas más buenas o malas que otras). Somos y actuamos dependiendo del contexto, de los valores en los que creemos y de las costumbres que nos enseñaron.
La idea de lo bueno y lo malo tiene mucho que ver con la moral cristiana y la ética.
Directa o indirectamente, la crianza de la mayoría de los que crecimos en occidente está profundamente influenciada por la religión católica. Nos guste o no, las normas sociales, y los estatutos de lo correcto o incorrecto, están basados en los diez mandamientos de la Biblia.
También, hay algunas teorías filosóficas que buscan explicar si el hombre es bueno o malo por naturaleza. Las más famosas son las de Hobbes y la de Rousseau.
El hombre según Hobbes.
Si has leído la frase, “el hombre es el lobo del hombre”, entonces has escuchado hablar de Thomas Hobbes.
Hobbes fue un filósofo inglés de los años 1500. Su teoría del Leviatán y sus estudios filosóficos sobre el hombre se siguen estudiando hasta la actualidad.
Simplificando muchísimo sus planteamientos, Hobbes explicaba que el hombre salvaje, primitivo, es malo por naturaleza porque parte de la búsqueda por su propia supervivencia.
Por esta razón, como lo más importante para él es seguir existiendo, se salta las leyes morales y fundamenta sus acciones en el egoísmo. Un paper de Maximiliano Rodríguez de la Universidad de Colombia explica que “ese deseo primario de supervivencia y bienestar motiva al hombre hobbesiano a aceptar las prescripciones morales para poder salir de la condición invivible que resulta ser el estado de naturaleza”.
Es en ese momento cuando el hombre salvaje y malo que quiere su propio bienestar se “controla” y se adapta a las normas sociales para poder vivir en sociedad. Eso es lo que llamamos el “contrato social”.
Ese contrato busca resguardar la paz del hombre. “Las pasiones que inclinan a los hombres a la paz son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo. La razón sugiere adecuadas normas de paz, a las cuales puede llegar el hombre por mutuo consenso. Estas normas [...] se llaman leyes naturales.” (El Leviatán, 1994 cap. 13 105)
En resumen, Hobbes cree que nacemos malos, pero nos adaptamos a las normas sociales y por eso evitamos actuar mal, aunque si necesitamos resguardar nuestros intereses podríamos dejar salir esa maldad a la luz.
El hombre según Rousseau.
Jean-Jacques Rousseau es un filósofo suizo de los años 1700 que se opuso a la teoría hobbesiana del hombre.
Básicamente, plantea la idea de que el hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que lo corrompe y la única forma de volver a esa bondad es retornando a la vida natural antes de la sociedad.
Rousseau no ve esa vuelta como una involución. “Conduciendo al hombre al estado de naturaleza, Rousseau le «despoja» sin duda de sus vicios, pero queda «despojado», al mismo tiempo, de la virtud y de la razón”. Explica el paper de Miguela Domingo.
Es difícil imaginar que volver a la etapa pre-sociedad no significaría una desmejora y una utopía. Nadie es autosuficiente y necesitamos de otros para poder sobrevivir.
¿Qué creo yo?
Yo creo que somos las dos cosas a la vez. Somos malos cuando somos profundamente egoístas en situaciones de extrema necesidad, pero también somos buenos cuando incluso en esa extrema necesidad podemos ser empáticos y ayudar a otros.
Creo también, que el intentar etiquetarnos siempre hace mal. Porque el día que no encajemos en esas etiquetas, vamos a sufrir. Nos vamos a sentir desencontrados, descolocados.
Seamos más nobles cuando podamos y también un poco más egoístas cuando tengamos que cuidarnos. Busquemos ser buenos aunque nos equivoquemos, que para ser malos, ya hay muchos que están haciendo el mal mejor que nosotros.
Un abrazo,
Camila.
Bueno, llegamos al final. Gracias por leerme, espero que hayan aprendido algo. Si fue así, recomiéndenlo, déjenme saber en los comentarios qué quieren que explique en los próximos artículos, o invítenme una birra si les gustó mucho.
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Camila.